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Salud mental y vida espiritual: ¿Están correlacionados?

Esther Gómez

Como seres únicos e irrepetibles y con una dignidad que nos hace ser un fin en sí mismo, cada persona es una “unidad de cuerpo y alma”. Dicho de otra manera, la persona es un ser único en una unidad de dimensiones complementarias, cuya integración es esencial para alcanzar un equilibrio y paz interior.

Desde ahí aplicamos el axioma de San Agustín de que “la paz es tranquilidad en el orden”. Orden entendido como lo correspondiente o apropiado al ser propio de cada realidad o de cada dimensión y que, por ello, genera paz.

Por ejemplo, dado que el cuerpo nos configura, cualquier desorden hace que se resienta y con él la unidad integral de la persona: abusar del trabajo -físico e intelectual-, del sueño insuficiente, de la mala alimentación o de costumbres físicas poco sanas en general.

Tomás de Aquino muestra el influjo de ciertos afectos sobre el cuerpo: “cuando el alma imagina alguna cosa y se aficiona a ella con vehemencia, se produce ordinariamente en el cuerpo un cambio en orden a la salud o a la enfermedad, sin que intervengan los principios corporales”. Eso puede generar conflicto interior y sentimiento de culpa y arrepentimiento. Y según sea la causa, la solución vendrá de la dimensión espiritual religiosa (temas de conciencia moral o de sentido último de la vida), o de la psicológica.

Ahora bien, el orden se sitúa entre dos extremos, uno por exceso y otro por defecto, y cuyo término medio logramos identificarlo gracias al hábito bueno o virtud. Además, la práctica de las virtudes morales de la fortaleza y la templanza, son una ayuda para el equilibrio personal y la paz. La primera, incluye la paciencia, la perseverancia, la constancia y resiliencia. En tanto, la templanza implica el orden y control de afectos y deseos para vivirlos según la razón y no nos desorden.

En relación con las cuestiones más trascendentes, la paz es fruto de la razón sobrenatural iluminada por la fe. Es verdad que el apoyo requerido frente al desánimo o las “enfermedades del alma”, dependerá de las necesidades individuales, sin embargo, fortalecer la dimensión espiritual puede siempre beneficiar la salud psicosomática y viceversa. Pues somos una unidad que busca integrar en armonía todas sus dimensiones para lograr el equilibrio, paz y, finalmente, la felicidad. Comentar que las mujeres contamos con interesantes recursos para apoyar esta paz.

Fecunda es, pues, esta visión integral de la persona arraigada en la concepción de Tomás de Aquíno; un manantial a nuestra disposición que nos abre muchas posibilidades y del que nos invita a beber inspirando nuestra vida, 700 años después de su canonización.

Por María Esther Gómez de Pedro, directora nacional de Formación e Identidad de las instituciones Santo Tomás, Chile, Doctora en Filosofía por la U. de Barcelona; con amplia experiencia docente en pre y posgrado. Miembro del Nuevo Círculo de Discípulos de Joseph Ratzinger / Benedicto XVI.

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