Es así, bajo este lema, como define la UNESCO para este año la celebración del Día Internacional de la Educación a realizarse cada 24 de enero. Dentro de la realidad actual y con la mirada global del desarrollo mundial, podemos darnos cuenta de que en varios países del mundo se está pasando por un estado de conflicto que conlleva a la discriminación, violencia, sesgo, racismo y por qué no decirlo, odio. En este contexto, la educación toma un rol de especial relevancia, ya que con ella podemos transformar vidas a través del acceso al conocimiento. La transformación del pensamiento sólo se logra abriendo paso al conocimiento y accediendo a él en igualdad y equidad, con enfoque inclusivo basado en el respeto a la diversidad.
La declaración Universal de Derechos Humanos en su artículo 26, declara que “Toda persona tiene el derecho ineludible a la educación, capacitación e información, así como a otros derechos fundamentales para la realización plena de su dignificación y realización humana”.
Con ello, se torna imperante alcanzar a esos 250 millones de niños, niñas y jóvenes que aún se encuentran sin escolarizar y a los más de 700 millones de adultos que son analfabetos, ya que como vemos, este derecho fundamental está siendo vulnerado y no estamos dando respuesta al desarrollo integral de la persona.
Sólo obteniendo una mayor cobertura en la educación de las personas, se podrá salir de los estados de pobreza y rezago; otorgando igualdad de oportunidades a todos mediante la entrega de una educación de calidad que permita desarrollar conocimientos, habilidades, valores y aptitudes que favorezcan la instalación de entornos de paz en las diferentes comunidades.
La base de las sociedades más justas, pacíficas y asertivamente resolutivas, se cimenta en los procesos educativos que consideran la integralidad de la persona, con todas y cada una de sus áreas de desarrollo.
Por Lilian Poveda. directora Área Educación, Santo Tomás Concepción