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¿Se acaba la moda de la equidad de género?

Paula Cifuentes Torres

El algoritmo y las noticias cambian a una velocidad abismaste y también las prioridades parecen redefinirse constantemente. Hagamos una pausa y preguntémonos ¿Se acaba la moda de la equidad de género? La duda surge, alimentada por discursos que minimizan la lucha feminista y por la sensación de que, en tiempos de crisis, hay batallas «más urgentes» que librar. Es fácil, en medio del ruido, perder de vista las conquistas que realmente importan. Pero la equidad de género no es, ni nunca ha sido, una moda pasajera, ni mucho menos algo que esté próximo a terminarse. Es una necesidad profunda, vital y urgente, que llegó para quedarse.

Algunos podrían argumentar, sobre todo en tiempos de incertidumbre política como los que vivimos con figuras como Trump resonando en el escenario global, que hay temas más apremiantes. Podrían decir que en regiones como el Biobío, donde los recortes en las instituciones y la austeridad se sienten con crudeza, hablar de equidad de género es un lujo, una distracción frente a problemas «reales».

Pues bien, yo digo que no. Digo que precisamente en estos momentos, cuando los vientos de la intolerancia y el retroceso soplan con fuerza, es cuando más debemos aferrarnos a la bandera de la igualdad y recordar que nunca ha sido una moda.

La equidad de género no es un concepto abstracto que se discute en seminarios académicos o en las altas esferas del poder, ni una tendencia pasajera que se desvanece con el cambio de estación de cada año. Es una realidad tangible que impacta la vida de millones de mujeres y niñas cada día. Es el derecho a recibir la misma educación que los hombres, a tener las mismas oportunidades laborales, a ganar el mismo salario por el mismo trabajo, a vivir sin miedo a la violencia, a participar plenamente en la vida política y social.

Es, en definitiva, el derecho a vivir con dignidad y con la certeza de que su voz será escuchada y respetada.
¿Y por qué es una necesidad y no un simple adorno discursivo? Porque una sociedad que discrimina a la mitad de su población es una sociedad que se condena a sí misma al subdesarrollo. Es una sociedad que desperdicia el talento, la creatividad y la capacidad de millones de personas. Es una sociedad que perpetúa la injusticia y la desigualdad.

Los recortes en las instituciones, la austeridad, la retórica incendiaria de algunos líderes políticos… todo esto puede alimentar la idea de que la lucha por la equidad de género es un tema secundario, una moda pasajera que ya tuvo su momento y puede esperar. Pero la verdad es que la igualdad no es negociable. No es un tema que se pueda postergar, ni una batalla que se pueda abandonar, ni, por supuesto, una tendencia de la que podamos cansarnos.
Es una responsabilidad que tenemos todos, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, de todas las razas y todas las ideologías. Porque construir un mundo más justo, más equitativo y más próspero para todos, es un desafío que nos incumbe a cada uno de nosotros.
Y en este desafío, la equidad de género no es una opción, es una obligación, no una moda pasajera, sino el pilar fundamental sobre el que debemos construir el futuro. Un futuro en el que las mujeres y las niñas puedan alcanzar su máximo potencial, sin barreras ni discriminación.
No permitamos que nos confundan. No permitamos que nos distraigan con la idea de que esto es una simple tendencia. La equidad de género no es una moda, es una necesidad que llegó para quedarse. Y es nuestra responsabilidad hacerla realidad. La pregunta no es si la moda de la equidad de género se acaba, la verdadera pregunta es: ¿qué estás haciendo tú para que la equidad sea una realidad inamovible?

Por Paula Cifuentes Torres. Fundadora Empoderadas Medio

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