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Las cartas ocultas de la Guerra del Pacífico: las voces olvidadas de las mujeres de Coquimbo

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Durante décadas, la historia de la Guerra del Pacífico se ha contado desde el campo de batalla, con relatos de soldados que lucharon en el desierto o desembarcaron en puertos enemigos. Pero, ¿qué sucedió con las mujeres que quedaron atrás?

Joel Avilez, investigador y autor de Cartas de Mujeres Coquimbanas. La Historia No Conocida de la Guerra del Pacífico (1879-1887), se propuso responder esta pregunta. Su libro, basado en documentos inéditos, da voz a las mujeres que vivieron las secuelas del conflicto en la provincia de Coquimbo.

“La motivación viene desde mi infancia”, confiesa Avilez. “Tengo ancestros veteranos del ‘79 y crecí viendo sus medallas. Mi tatarabuela Rosalía Carvajal Chacana, tejedora en Mincha, debió sostener su hogar mientras su esposo combatía en Lima. Crecí preguntándome cuántas historias como la suya quedaron en el olvido”.

El drama de la guerra

Esta región jugo un papel fundamental en la guerra, pues sus caletas abastecieron a las tropas, sus minas sostuvieron la economía y sus hombres se alistaron en los batallones. Sin embargo, la investigación es escasa sobre el impacto social del conflicto en esta zona semiárida, donde la distancia y la precariedad hacían aún más dura la espera de noticias.

El libro de Avilez rescata testimonios de mujeres de La Serena, Coquimbo, Ovalle, Andacollo, Illapel y Salamanca. El historiador se encontró con cartas llenas de angustia, que reflejaban la incertidumbre por el destino de sus seres queridos y la lucha por sobrevivir sin recursos ni apoyo estatal.
“Muchas eran analfabetas y dependían de terceros para escribir sus peticiones al gobierno”, explica Avilez. “La Ley de Recompensas de 1881 solo benefició al 35% de las familias afectadas. El resto, simplemente, quedó desamparado”.

Palabras que conmueven

Los documentos que sustentan el libro provienen de la Sociedad La Protectora de La Serena, fundada por Victoria Subercaseaux Vicuña para ayudar a viudas y huérfanos. Avilez y su equipo analizaron más de 80 cartas, solicitudes de pensión y certificados de defunción, muchas de ellas deterioradas o escritas con caligrafía difícil de descifrar.

“A más de un miembro del equipo se le escapó una lágrima al leer estos testimonios de desamparo”, relata Avilez. “Madres que pedían información sobre hijos desaparecidos, viudas que luchaban contra la burocracia para recibir lo que les correspondía. Fue una experiencia emocionalmente intensa”. Con el apoyo de historiadores y filólogo se reconstruyeron textos que el tiempo había borrado.

Más allá del drama humano, Avilez identifica un fenómeno inesperado: la inserción de las mujeres en la vida pública.
“Para 1885, muchas trabajaban en minería, pesca, educación y administración pública”, señala. “La guerra las sacó del ámbito doméstico y las obligó a asumir nuevos roles en la sociedad”.

En una época donde el derecho al voto y la igualdad de género eran impensables, las mujeres coquimbanas protagonizaron una lucha silenciosa pero significativa. Al exigir pensiones y compensaciones, rompieron con los moldes de su tiempo.

“El solo hecho de reclamar en el ámbito público ya era revolucionario”, afirma Avilez. “No era feminismo en los términos actuales, pero sí un antecedente claro de la lucha por los derechos civiles y sociales de la mujer en Chile”.

Una puerta de entrada a la historia oculta

Más que un ejercicio de memoria, Cartas de Mujeres Coquimbanas es una puerta de entrada a nuevas perspectivas sobre la historia de Chile. “El material que encontramos en los archivos de La Protectora es solo la punta del iceberg”, explica Avilez. “Sabemos que hubo redes similares en otras regiones de Chile, Perú y Bolivia. Esto abre una línea de investigación sobre el impacto de los conflictos bélicos en América Latina desde una perspectiva de género”.

El libro también tiene un fuerte valor pedagógico. “Espero que sirva como material para escuelas y universidades. No podemos seguir hablando de la Guerra del Pacífico solo en términos de batallas y generales. Fue un conflicto que transformó miles de vidas y cambió la posición de la mujer en la sociedad”.

Además de su impacto académico, la obra ha llevado a muchas familias a reconectar con su historia. “Algunos lectores han descubierto que sus bisabuelas o tatarabuelas fueron parte de este proceso histórico. Eso es algo que me llena de orgullo”.

Finalmente, Avilez espera que su trabajo motive a las instituciones culturales a seguir apoyando la investigación histórica con perspectiva de género. “Hemos avanzado mucho en reconocer el papel de las mujeres en la historia, pero aún falta mucho por hacer. Hay historias que siguen esperando ser contadas”.

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