En la llamada celebración del día del amor, emana la reflexión derivada de la pregunta ¿cómo amamos las mujeres? Porque las mujeres tendemos a ser para los otros y no para nosotras, la sociedad hace que seamos personas que amamos a los otros como un mandato, y cuando no lo hacemos, somos cuestionadas en nuestro rol, cualquiera de ellos, pasamos entonces a ser malas madres, hijas, esposas o compañeras, simplemente por el hecho de no cumplir con ese decreto que nos ha impuesto la cultura y sociedad patriarcal. El problema que surge entonces, y que es grave, es que ese tipo de coerción es totalmente contraria al amor propio. Porque si optamos por nosotras, dejamos de amar como se nos enseña debemos amar, regalando nuestra libertad a otros, asi lo señala Marcela Lagarde citando a Franca Basaglia, “a las mujeres les ha sido prohibido el amor propio, siendo esto la mayor perversión de la cultura patriarcal”.
Volver a ser el centro de nuestras vidas se torna entonces en el mayor desafío para nosotras en estos tiempos, nutrirnos y darnos amor en todas las formas posibles, para entonces no amar como un ser invisible que sólo sirve a otro, sino como una mujer con identidad, que se reconoce como tal y que puede entregar amor desde su ser genuino, desde SU propia forma de amar. Simone de Beauvoir planteó que mientras las mujeres no vivamos desde el “yo misma” no podemos ser libres ni aspirar al amor en libertad. Porque sin individualidad vivimos la experiencia de ser personas sin identidad, equiparable a la “mujer habitada”, de Gioconda Belli, transgredida en sus límites más íntimos, anulada, invisible, y cuando las mujeres hemos sido habitadas por otros, y esos otros ya no están, entonces queda la sensación de vacío, nos volvemos seres tristes y sin rumbo, pensamos que sin ese otro no somos nada, y encontrarnos se vuelve una lucha, un sentido de vida, aquello que nos define a veces socialmente y despectivamente como seres complejas.
Definir el contenido de nuestras libertades, preguntarnos quién soy, qué quiero para mi vida, si me gusta hacer lo que hago, cómo amo, y cómo quiero amar debería entonces ser el inicio de este camino hacia el amor propio, que una vez que comienza no debemos permitirnos olvidar, porque desde ahí surgirán nuevos y hermosos descubrimientos de nosotras como seres únicos, que aman de una forma única y SE aman por sobre todo. En palabras de Simone de Beauvoir, desarrollar ese “yo misma” es esencial para amar de forma moderna, para vivir el amor como realización, como creatividad, y como libertad.