Algunos docentes e investigadores, hemos pasado los últimos años estudiando las causas del abandono de los estudios superiores. ¿Nuestra meta? Diseñar estrategias para poder prevenirlo.
Con ese fin, hemos invertido el tiempo leyendo a diversos autores; aplicando cuestionarios validados y entrevistas a estudiantes y a los que ya no los son, conversando con expertos, aprendiendo sofisticados métodos de análisis y utilizando modernos softwares.
La experiencia universitaria puede ser muy dura. Muchos estudiantes avanzan en sus carreras con apoyo de psiquiatras, psicólogos y medicamentos. La depresión y crisis de pánico son frecuentes.
Vivir dos años de pandemia, con el estrés y miedo de enfermar, viendo cómo familiares y amigos se enferman, algunos mueren, y los noticiarios advierten del avance de la enfermedad, no es menor. Cuando al fin hemos entrado a la “nueva normalidad”, sometidos al riesgo de una variante más amigable, estando la mayoría con sus vacunas al día, vienen nuevos cambios radicales. El hogar era el espacio protegido, al que los jóvenes se habían acostumbrado, y luego de pasar dos años estudiando desde el hogar, “de pronto” se exige regresar a clases presenciales en ambientes sin distanciamiento social, sin aforos. Esto genera nuevas condiciones de estrés, donde se combina el estrés de los estudios con el estrés provocado por la vulnerabilidad frente a la pandemia.
En periodos normales, pre pandemia, algunos jóvenes resultaban ser exitosos en sus estudios, mientras la gran mayoría se demoraba gran cantidad de años en completar sus estudios. Algunos fracasaban y volvían a intentarlo, mientras que otros emigraban definitivamente a contextos laborales, endeudados y sintiéndose fracasados. El momento de “perder” o “abandonar” una carrera suele caracterizarse por la ansiedad. Muchos no reciben apoyo de sus familias.
En la “nueva normalidad”, caracterizada por un aumento del desempleo, los jóvenes han debido apoyar a sus familias, compartiendo el tiempo de estudio con otras actividades realizadas desde el hogar; las familias se han “reinventado”, constituyéndose en empresas informales y familiares. En algunos casos esto ha implicado abandono de los estudios, pero en otros casos los estudios a distancia permitían compartir el tiempo para cumplir con estudios y trabajo; pero en el nuevo contexto esta dualidad pierde factibilidad.
Si las causas del abandono de los estudios superiores ya eran muchas antes de la pandemia, actualmente la situación se ha vuelto más compleja.
Sin considerar la pandemia, desde el espectro psicológico emergen razones motivacionales y relacionales. Desde la perspectiva social, encontramos problemas emocionales y de dificultad de adaptación. Desde del contexto económico, surge con mayor fuerza la cesantía de los padres y la urgencia por trabajar. Desde la perspectiva académica, se presentan los errores vocacionales, la falta de hábitos de estudio, etc. Con la “nueva normalidad”, se suma el hecho de que algunos estudiantes van a segundo o tercer año y por primera vez están en forma presencial en la universidad. Esto limita su capacidad de apoyar a la familia, les enfrenta a nuevas experiencias, y genera gastos efectivos de movilización, alojamiento, etc.
Se puede adelantar que las pérdidas de carrera que se generaban en primer año en la etapa prepandemia, ahora se presentarán en los niveles primero, segundo y tercer año, puesto que todos estos jóvenes experimentarán las dificultades, ansiedades y desafíos que antes se presentaban solamente en los alumnos nuevos o “mechones”. Se presenta así una nueva clasificación de alumnos “mechones de curso superior”, acostumbrados a estudiar desde casa, a responder evaluaciones a distancia, en todos los casos con ayuda de sus cuadernos y con demasiada frecuencia ayudados por sus compañeros, pruebas comunitarias. En este momento, ellos se enfrentan por primera vez a pruebas presenciales, con tiempo más limitado, en un ambiente menos amigable.
Volviendo al tema que nos ocupa, prepandemia existía un porcentaje no definido de estudiantes que abandonaba los estudios sin que su entorno se enterara. Concurrían cada día a la universidad, vagaban por los patios, entraban a las aulas, se escondían de quienes conocían su fracaso, y se inventaban historias increíbles para ocultar la situación. Fingimiento diario.
Las razones de este “abandono no asumido”, como le llamé, fue mi tema de investigación hace cuatro años. Quería entender qué vivencias llevaban a ese comportamiento. Me siento honrada y agradecida de quienes me compartieron sus experiencias. Me compartieron sus secretos con generosidad, para que sus testimonios ayudaran a otros a evitar ese sufrimiento. Gran responsabilidad en mis manos. Compartí mis hallazgos en el entorno académico, y los comparto aquí (link).
El “abandono no asumido” lo experimenta un o una joven con el siguiente perfil: Figura materna fuerte y paterna débil. Hijo mayor o único de padres separados. Ha asumido responsabilidades desde temprano. Es tímido, generoso y culposo. La madre no cumplió sus aspiraciones vocacionales y deposita en él o ella sus sueños frustrados. La familia decide la carrera a estudiar, explícitamente o presionando emocionalmente. A poco andar, el o la joven les explica que no desea continuar ese camino, pero no es acogido. Se suma que no encaja con los compañeros y se le hace cuesta arriba el estudio. Algunos obtienen buenas notas, pero con gran sufrimiento emocional. Finalmente fracasa o simplemente abandona, deja de asistir, sin siquiera realizar los trámites de rigor. Se siente momentáneamente aliviado. Entonces empieza el fingimiento, las mentiras, la culpa. No puede continuar con su vida y tampoco cerrar el círculo, le rondan pensamientos de suicidio. Se prolonga 2 o 3 años, hasta que es descubierto. Nuevamente se siente aliviado y culpable. La mentira terminó. Es un desastre familiar. Después de la tormenta aprenden autonomía, valoran sus decisiones, maduran. La relación con los padres solo a veces mejora, pero él o ella recupera su vida.
La razón de contar esta historia es prevenir a madres, padres, familia y amigos de este joven, en una época en que muchas mujeres criamos solas y tenemos grandes sueños para ese hijo o hija especial, tranquilo, responsable. Nuestras propias vivencias, y el deseo de que nuestro amado hijo o hija no sufra nuestras carencias, nos lleva a “ayudarle a decidir” y empujarlo amorosamente a un camino que no es suyo. Si no nos detenemos, nuestro querido hijo o hija, por amor, caminará cuesta arriba durante mucho tiempo, tratando de no decepcionarnos.
Si no hemos aprovechado la época de pandemia para escuchar a nuestros hijos, sus preocupaciones y sus sueños, siendo que, aunque muy ocupados, nos veíamos a todas horas, en esta “nueva normalidad” se dificulta. Algunas familias, en medio del desgastante teletrabajo o la falta de trabajo, transformaron la queja en oportunidades de encuentro y ocuparon el tiempo en recuperar espacios de conversación y de amor. Esto pese a que la mayoría de nuestras seguridades ya no lo eran y ya no lo son, priorizando las seguridades que no podemos perder: el amor y la familia.
Es imposible saber qué formas ha tomado este “abandono no asumido” los dos años previos, donde los jóvenes que se enfrentan a las situaciones mencionadas, que tienen el perfil descrito, no requerían siquiera salir de sus hogares para “fingir” que estaban estudiando, bastaba encender el computador. Tampoco sabemos qué variaciones de conducta han experimentado estos jóvenes, cómo se han comportado durante el estudio a distancia y cómo se comportan en este nuevo escenario. Son motivos para estar atentos. Los investigadores, los docentes, las familias y los amigos, no perdamos de vista que este fenómeno, oculto antes de la pandemia, quizás ha tomado nuevas formas, quizás emerja con más fuerza. Lo importante es no dejar de lado las lecciones que estos dos años anteriores nos han brindado, aumentar nuestra capacidad de escucha y de empatía, dejar de lado nuestras expectativas y reconocer en el alumno, en el hijo, en el amigo, a un ser humano que tiene sus propios sueños, valederos absolutamente, y que merece ser feliz.
Referencia:
Casanova-Laudien MP, Díaz-Mujica A, & Soto-Vásquez P. (2019). Deserción no asumida: Un fenómeno psicosocial difícil de pesquisar. En D. Murillo, D. Saavedra, & M. Fernández, Editores. Memoria VIII Conferencia Latinoamericana sobre el abandono en la Educación Superior, p. 79-87. Disponible en: https://revistas.utp.ac.pa/index.php/clabes/article/download/1893/2838/