Una inmensa estela amarilla-rojiza extendiéndose hasta varios metros de altura es lo que podrías apreciar cuando vas llegando a cualquier gran capital de Chile. Si miras hacia el cielo, no lograrás ver tantas estrellas como en una zona despoblada. La diferencia es muy notoria y esta falta de objetos en el cielo se debe principalmente a causas humanas, la contaminación lumínica. Sin embargo, este es el menor de los problemas, convertir la noche en día es antinatural y tanto animales como nosotros necesitamos una diferencia de luz que advierta, por medio de señales inconscientes a nuestros cerebros, sobre las tareas y/o acciones que debemos realizar.
Thomas A. Edison, en 1879 consiguió que una ampolleta de cristal con un delgado filamento de tungsteno permaneciera prendido durante 13.5 horas, su gran hazaña dió pie a que se masificara su elaboración y hasta la fecha, son muy pocos los hogares que prescinden de una bombilla eléctrica u otro tipo de artefacto similar que les brinde visibilidad en medio de la noche. Las ampolleta fluorescente compacta (LFC) y Diodo emisor de luz (LED), ganan en eficiencia, comparada con la típica ampolleta incandescente, pero contienen una gran cantidad de luz azul. Esta última, tiene efectos negativos sobre la salud humana y la vida silvestre. El reloj biológico integrado en cada especie viviente no logra distinguir entre el día y la noche. Los momentos en que el cerebro necesita un descanso, no logra hacerlo, como consecuencia al día siguiente no funcionará en un 100%, estará cansado, concebir ideas será más difícil, y si el problema se vuelve una constante, podría causar serios problemas en la función cerebral de manera permanente. Los animales pueden confundirse aún más con esto, algunos mamíferos dependen de las diferencias de luz, esta representa una ventaja evolutiva para ellos. Animales que solo logran sobrevivir cazando de noche, debido a que no oscurece, se confunden y algunos mueren.
Hoy, nos hemos acostumbrado y hemos normalizado la gran cantidad de luz artificial a la que estamos expuestos. Mucho del alumbrado público desperdicia su luminiscencia alumbrando, por ejemplo, innecesariamente hacia arriba. No se busca que vivamos en total oscuridad, sino que reflexionemos y tomemos acción sobre la gran dosis de luz que absorbemos de día y de noche, alterando nuestra salud y perjudicando a los delicados ecosistemas de los cuales nosotros somos los principales responsables de su buen o mal funcionamiento.
Por otro lado, si es que el problema de la contaminación lumínica lo logramos regularizar, los astrónomos como yo, deberemos lidiar con otros problemas que impiden observar el cielo. Los miles de satélites que se proyecta que estarán en órbita terrestre en los próximos años, cubrirán aún más los objetos cósmicos en las profundidades del universo, haciendo que tengamos que buscar nuevas y creativas soluciones. Todo un desafío por delante.
Por Katherine Henríquez Brocal, Licenciada en Astronomía y Magíster en Astronomía, Universidad de Concepción.